07 enero 2009

Se acabaron las fiestas navideñas

¡Qué liberación! Y es que cada año lo llevo peor. Se acabó el marisco, los inagotables entrantes, el obligado segundo y tercer plato, la ingesta desmedida de azúcares en diversas formas (turrones, mazapanes, polvorones, marquesitas, nevaditos, pastitas, bombones).

Eso sin hablar del alcohol: la sidra y el cava en cuanto te descuidas te descorchan una botellita en los postres aprovechando que son “días de celebraciones”. Los licores por el contrario son vespertinos y muy socorridos para visitas inesperadas, pero ¡cómo empalagan!

Qué ilusión volver a paladear una fruta fresca o una ensalada ligeramente aliñada. Y ese agua de grifo fresquita, sin gas….¡ Parecía que no iba a llegar nunca este momento!

Pero también hay dos cosas positivas en estas fiestas. Una es lo que denomino el “reengache social”(pueden llamarte personas que se habían quedado en el camino y que ahora desean tomarse un café contigo; otras manifiestan su deseo de verte con mayor frecuencia, otras se atreven sólo con un sms al móvil) y la segunda es que ese buzón postal del que habitualmente extraes cartas insustanciales, te ofrece sorpresas en forma de postales que trasladan deseos de esperanza y felicidad de personas que han tenido el detalle de acordarse de ti.

1 comentario:

Andran dijo...

O te siguen llegando cartas insustanciales felicitandote la navidad al son de la musiquilla de cualquier web de esas que envian felicitaciones sin mucho compromiso.

Yo prefiero que me pongan cuatro letras en la que dude si realmente me felicitan porque así o sienten, a una felicitación "precocinada" que de antemano sé que se hace por cumplir.
En cuanto a lo de la ensalada estoy contigo.