Una directiva de la UE pretende facilitar una jornada laboral más extensa, frente a las limitaciones legales o a las concertaciones sociales que establecen jornadas máximas por debajo de las 48 horas semanales en la mayoría de los paises europeos. Sin embargo, la sociedad, me atrevo a decir que sin distinción de ideologías o de países aspira a trabajar menos horas para vivir más y mejor y para conciliar la vida personal y familiar con el trabajo.
Hay pues una constante histórica en la reducción de la jornada laboral junto a los avances tecnológicos.
La mejora de productividad que nos proporcionan los descubrimientos técnicos la hemos empleado en mejorar la calidad de vida de la humanidad en general y de la población laboral en particular. A finales del siglo XX se ha quebrado esta constante. La revolución tecnológica actual: microelectrónica, informática, telecomunicaciones, biogenética, etc., que constituye una combinación exponencial de innovaciones técnicas, muy superior a cualesquiera otras de nuestra historia, está siendo acompañada de una prolongación y extensión de la jornada laboral...
Hoy nos llevamos el teléfono y el ordenador y con ello nos llevamos la oficina a casa, al fin de semana y a los viajes por el mundo de la economía globalizada.Muchas jornadas laborales se prolongan además por este método invasivo en la vida personal.
Se ha abierto un debate social sobre la necesidad de incorporar la conciliación familiar/personal a la jornada de trabajo de mujeres y hombres, es decir de madres y padres que trabajan fuera de casa.
Pues bien, cuando la tecnología nos lo facilita y cuando la sociedad lo demanda, el mercado lo niega y nos impone una conducta social inhumana. Una vida dedicada al trabajo en vez de un trabajo que dignifique la vida ¿A qué lógica responde que la tecnología vaya en contra de las aspiraciones humanas?.
La liberación de tiempo es una de las claves para rehacer el entramado social, comunicativo y afectivo de nuestros mundos vitales. Incluso para el equilibrio de relaciones entre hombre y mujeres.
Esta directiva europea no camina precisamente hacia el paraíso, sino más bien hacia el infierno social.
(Extraido de un artículo de Ramón Jáuregui, publicado en Expansión el 1.10.08)
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